Rosa Esperanza Guzman

Rosa Esperanza Guzmán —querida hija, hermana, esposa, madre, tía y abuela— falleció el 5 de diciembre de 2023. Nacida en El Salvador el 2 de octubre de 1969, murió súbita y trágicamente a los 54 años, víctima de una colisión de vehículos múltiples como peatón en Adelphi, Maryland. El fallecimiento de Rosa es una pérdida profunda e incomprensible para su esposo de 25 años, Plutarco Cabrera, y sus hijos, Christian Cabrera y Leslie Cabrera, de Adelphi Maryland; su hijo mayor Josue Jonathan Guzmán y su esposa Christina Uliano de Gaithersburg, Maryland;  y su hija Jamie Hernandez y su esposo José Hernández, y sus nietas, Jaylie y Jianna Hernandez, de College Park, Maryland.

 A Rosa también le sobreviven su padre, Alberto Guzmán, de 83 años, y sus hermanos Edil Rodríguez, Vitelio Guzmán, Arístides Guzmán, Randy Guzmán, Ananías Guzmán, Dinora Guzmán y Xiomara Velásquez. Murió  después que su madre, Elvira Rodríguez de Guzmán, y sus hermanos Alicia Guzmán, Nelly Guzmán y Milton Guzmán. Rosa creció en la granja familiar y trabajó junto a su familia. En 1989, Rosa huyó de El Salvador durante la violenta guerra civil y la agitación política de ese país, y solicitó asilo en los Estados Unidos a los 20 años. Los hermanos de Rosa, que ya vivían en el área de Washington, D.C., la acogieron y la apoyaron en su viaje. El vínculo inquebrantable entre esta familia tan unida, que incluía a sus queridas sobrinas, sobrinos, tías, tíos y primos, fue un testimonio de la extraordinaria habilidad de Rosa para brillar como un faro de luz y amor para todas las personas con las que conoció a lo largo de los años.

En 2016, Rosa se convirtió en ciudadana estadounidense y celebró su ceremonia de juramento con su familia a su lado. Durante 25 años, Rosa fue una miembro muy adorada y trabajadora de la escuela primaria Cesar Chavez en Hyattsville, Maryland. Cultivó un ambiente de calidez, comprensión y comodidad entre sus jóvenes alumnos, lo que hizo que sus contribuciones allí fueran aún más valiosas. En particular, durante el punto álgido de la pandemia de la COVID-19, Rosa se aseguró de que todos los estudiantes fueran alimentados y atendidos en una época de caos e incertidumbre. Su preocupación y amor genuinos por estos niños eran evidentes todos los días. Rosa era conocida por muchas cosas: su amor por la familia, su fe religiosa, su compasión, generosidad, amabilidad, su amor por las rosas y su deliciosa cocina. En la cocina, era una chef maestra de especialidades como el pollo guisado, el pollo en salsa verde y las pupusas. Era una mujer vibrante, alegre y optimista, siempre resiliente y una fuente constante de apoyo, felicidad y risas para su familia y amigos. Era, verdaderamente, un pilar de la comunidad. Tenía la asombrosa habilidad de hacer que cualquiera que tuviera la suerte de conocerla, de enamorarse de ella. Decidida a ver a sus hijos crecer como estadounidenses de primera generación educados y exitosos, Rosa los apoyó, brindó y alentó a perseguir sus sueños. Rosa estaba orgullosa de todos los logros de sus hijos y oró por su éxito y bienestar. La extrañaremos profunda y dolorosamente. Su memoria servirá como fuente de alegría y orgullo para todos los que la conocieron y amaron. Su nombre, Rosa Esperanza, no podría ser una descripción más adecuada de lo que Rosa fue y será siempre: una rosa de esperanza. 

Rosa Esperanza Guzman—beloved daughter, sister, wife, mother, aunt, and grandmother—passed away on December 5, 2023.  Born in El Salvador on October 2, 1969, she died suddenly and tragically at age 54, a pedestrian victim of a multiple vehicle collision in Adelphi, Maryland.

Rosa’s passing is a profound, incomprehensible loss to her husband of 25 years, Plutarco Cabrera, and their children, Christian Cabrera, and Leslie Cabrera, of Adelphi Maryland; her eldest son Josue Jonathan Guzman and wife Christina Uliano of Gaithersburg, Maryland; and daughter Jamie Hernandez and husband Jose Hernandez, and her grandchildren, Jaylie, and Jianna Hernandez, of College Park, Maryland.

Rosa is also survived by her father, Alberto Guzman, age 83, and her siblings Edil Rodriguez, Vitelio Guzman, Aristides Guzman, Randy Guzman, Ananias Guzman, Dinora Guzman, Xiomara Velasquez.  She was predeceased by her mother, Elvira Rodriguez de Guzman, and siblings Alicia Guzman, Nelly Guzman and Milton Guzman.

Rosa grew up on the family farm and worked alongside her family.  In 1989, Rosa fled El Salvador during that country’s violent civil war and political upheaval, seeking asylum in the United States at the age of 20.  Rosa’s siblings, already living in the Washington, D.C. area, took her in and supported her in her journey.  The unbreakable bond among this close-knit family, including her beloved nieces, nephews, aunts, uncles, and cousins, was a testament to Rosa’s remarkable ability to shine as a bright beacon of light and love to all those that she touched over the years.  In 2016, Rosa became an American citizen, celebrating her Oath Ceremony with her family by her side.

For 25 years, Rosa was a much adored and hardworking member at Cesar Chavez Elementary School in Hyattsville, Maryland.  She cultivated an environment of warmth, understanding, and comfort among her young students, which made her contributions there all the more valuable.  Particularly, during the height of the COVID-19 pandemic, Rosa ensured that all students were fed and taken care of in a time of chaos and uncertainty.  Her genuine concern and love for these children was evident every day.

Rosa was known for many things: her love of family, religious faith, compassion, generosity, kindness, her love for roses, and delicious cooking.  In the kitchen, she was a master chef of specialties like pollo guisado, pollo en salsa verde, and pupusas.  She was a vibrant, joyful, and optimistic woman, ever resilient, and a constant source of support, happiness, and laughter to her family and friends.  She was, truly, a pillar of the community.  She had the uncanny ability to make anyone fortunate enough to know her, to fall in love with her.

Determined to see her children grow up as educated, successful first-generation Americans, Rosa supported, provided, and encouraged them to pursue their dreams.  Rosa was proud of all of her children's accomplishments and prayed for their success and well-being.  She will be missed deeply and achingly.  Her memory will serve as a source of joy and pride to all those who knew and loved her.  Her name, Rosa Esperanza, could not be a more apt description for who Rosa was and will always be: a rose of hope.